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Ariane Cabero, Endika Sánchez, Leire Valle, Irati Conde, Lamia Aghbalou |
Para Luisa, la pared de detrás de su casa no era una pared más, ni era una pared como las demás.
Cada tarde, una vez había acabado los deberes, su madre le dejaba salir un buen rato antes de cenar. La pared daba a un patio interior del edificio; no pasaban coches y siempre jugaban los niños del vecindario. Pero, curiosamente, Luisa no se dedicaba a jugar ni a la comba, ni a la pelota, ni a los otros juegos con los que los niños llenaban las horas.
Pasaba largos ratos sentada en el suelo. Sus mejores amigas, como se imaginaban que estaba entretenida pensando en sus cosas, no la querían interrumpir.
Casi siempre a la misma hora, de detrás del tiesto de flores que decoraba la pared, aparecía una hilera de arañas perfectamente ordenadas.
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Eran cinco arañas de esas que tienen las patas tan largas y delgadas, que más que arañas de verdad, parecen un dibujo.
Luisa hablaba con ellas y tenía la sensación de que ellas le entendían. De tal modo que un buen día decidió enseñar a las arañas una danza que había inventado expresamente para ellas.
Lo más sorprendente de todo es, que después de un tiempo, el baile les salía a la perfección.
Emocionada, Luisa llamó a su tío, que hacía reportajes para la televisión. Le pidió si era posible que viniera a grabar una cosa tan bonita y original.
Después de pocos días apareció por la callejuela un equipo de televisión al completo, y dirigiéndolos estaba su tío que daba instrucciones para que todo estuviera a punto para grabar la danza de las arañas.
Pero cuando todo el mundo estaba esperando su aparición e iban pasando los minutos, las arañas no se decidieron a salir.
Alguno de los presentes comenzó a susurrar cosas como que las arañas no sabían bailar, que la niña se lo había inventado todo…
Afortunadamente el tío, que era muy listo, se dio cuenta de lo que estaba pasando y pidió a los técnicos de luz que bajaran la intensidad de los focos.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj64v5P-lnn2tu5frpQ21gV7WONQz601ZVg_iUvSgIwKqm7dwMVk1_xP8ZcH8z9A7uGHXgtitne_y09HVWBwY6OnORYkoEj3CjAVAupRWHDYUGCVfTbGllFICZzwjdogG9IqvwvL9pc0sE/s1600/images.jpeg)
Las arañas debían de estar asustadas con tanta luminosidad y por eso no querían salir.
Finalmente, cuando la luz se hizo menos intensa y más delicada, como la de un teatro, la arañas comenzaron a salir a escena.
Después del espectáculo y de los merecidos aplausos, Luisa explicó a todo el mundo, emocionada, que aquel día habían bailado mejor que ninguno.